¿Cuándo nos toca?

Caricatura por Henry James Garrett

Se traduce a la planta carnívora diciendo, “Otros bichos quieren robarte esta tierra,” mientras las moscas piensan, “Por un lado, me quiere matar; por el otro, me dice exactamente lo que quiero oír.”

Con Joe Biden como el nuevo presidente de los Estados Unidos, la política estadounidense se ha vuelto el tema de conversación durante la hora de la cena. Sin duda la victoria de Biden es el comienzo de una nueva era llena de paradojas. Una en donde la afiliación quasi religiosa a los partidos causa la disminución de la responsabilidad que las personas le solían otorgar a los políticos, mientras que al mismo tiempo, algunos estados han alterado, pero quizás no han derribado, sus lealtades políticas este año. La victoria de Biden fue lenta y luchada, recordatoria a la de George W. Bush en 2000; sin embargo, los cambios de afiliaciones políticas en varios estados demostraron un giro radical que refleja el clima político polar de 2020.

El ejemplo más predominante de este giro fue Georgia, un estado considerado “safe Republican”, ya que no había votado demócrata en casi 30 años, el cual le concedió sus dieciséis votos electorales a Joe Biden. Detrás de este cambio histórico se destaca la activista Stacey Abrams. En 2014, la Sra. Abrams estableció un grupo llamado New Georgia Project enfocado en registrar y movilizar a los votantes negros. Hace dos años, formó otra organización, Fair Fight Action, para abordar la supresión de votantes después de perder la contienda por la gobernación de Georgia ante el republicano Brian Kemp por menos de un punto porcentual. Desde entonces, se han registrado unos 800.000 nuevos votantes en el estado, muchos de ellos afroamericanos. Con el registro de votantes facilitado, la cantidad de gente que pudo ejercer su voto incrementó y sorprendentemente, a favor de Biden. 

Pero a pesar de los cambios, hay cosas que no cambian, incluyendo el voto de los cubanoamericanos. Desde la Bahía de Cochinos en 1961, la mayoría de los cubanoamericanos sienten rencor contra los demócratas. Culpando a John F. Kennedy por el fracaso de la operación, muchos del demográfico Latino que predomina en la Florida no confía en ellos y esto, combinado con la política exterior anticomunista adoptada por los republicanos, los hace uno de los grupos en los cuales estos candidatos pueden contar con seguridad. Y este año no fue la excepción; no solo la Florida se inclinó más a la derecha, sino el aumento de votantes cubanoamericanos a favor de Trump en el condado de Miami-Dade fueron 200.000 más que hace cuatro años. Aunque Biden ganó en Miami-Dade, los barrios de cubanoamericanos muestran un apoyo abrumador a Trump, pero aquellos entre 18 y 29 años tienden a ser demócratas y señalan un cambio generacional.

Como la nieta de una exiliada cubana, he tenido más que suficientes conversaciones con mi abuela sobre su apoyo republicano. Como dije, ella no confía en los demócratas y quiere una administración anticomunista. Yo le pregunto, “¿Crees que Cuba está hoy más cerca de la democracia que hace cuatro años?” y ella responde que no. Luego hablo sobre la reducción de visas para que los cubanos visiten a su familia en los Estados Unidos o la limitación de poder enviar dinero a familiares, y ella cambia el tema. Mi abuela, como la mayoría de los cubanoamericanos, ven los inconvenientes logísticos como un pequeño precio a pagar por la libertad y la rendición de cuentas de una dictadura que ha oprimido a su pueblo durante demasiado tiempo. 

Por otro lado, los jóvenes cubanoamericanos como mis primos no ven estos “inconvenientes logísticos” como excusa para votar por Trump. De hecho, esos inconvenientes son parte de la razón por la que se oponen a él, y por tanto apoyan a demócratas. Entre ellos a Bernie Sanders, quien fue un precandidato demócrata hasta que Biden ganó el puesto para ir en contra de Trump. Sanders horroriza a muchos cubanoamericanos mayores por su elogio al programa de alfabetización de Castro y es el ejemplo favorito suyo para apoyar su argumento de que la izquierda estadounidense es socialista y comunista. Y sin duda es preocupante que uno de los 29 candidatos primarios no reconozca que la alfabetización es una táctica de manipulación usada desde la Unión Soviética; sin embargo, Sanders fue solo uno de veintinueve opciones que tuvimos. 

Trump aprovechó ese sentimiento de traición al presentar falsa pero magistralmente a Joe Biden y Kamala Harris como el regreso del comunismo. No hay nada más aterrador que la idea de perder su tierra, no una, sino dos veces. Los votos que se emitieron a favor de Trump fueron impulsados ​​por emociones manipuladas más que por razones, y aunque no es justificación, lo entiendo. Sin embargo, yo no pienso dejar que mis viejos miedos emitan mi voto al precio de mis principios morales y éticos.