La Ambigüedad Mata al LGBT+

Source: Wikimedia Foundation, Ben Tavener

La cultura latinoamericana está centrada alrededor de valores sumamente conservadores. Pues la diseminación del cristianismo y sus interpretaciones diversas dominan el campo teocrático en nuestra cultura. A consecuencia de esto puede encontrarse en la psique latina una convicción implícita machista y aún más una fe de que la Virgen Maria, San Francisco o Jesucristo nos amparan a todo momento. No es un fenómeno aislado, ya que prácticamente todo sistema social moderno se inspira en hegemonía espiritual. Y representada en los gobiernos actuales constituye la escalera ejecutiva y los poderes judiciales y legislativos, que rigen los paradigmas morales del público y se establecen como el poder ciudadano absoluto en nuestras conciencias.

Es esta ambigüedad tan tradicional en la comunidad latina que perjudica a minorías como la LGBT. Pues si un gobierno tiene la fe absoluta de un pueblo adoctrinado desde la infancia de que la autoridad tiene razón, ¿qué les impide ratificar una dictadura bajo nuestra propias narices? Si vivimos en una región donde habita el cuarenta por ciento de población católica global, ha de ser un milagro no tener conflictos comparables a los que actualmente ocurren en el Islam en el Medio Oriente.

Y es ahí donde yace igualmente el tema del machismo. Al aferrarse a tales doctrinas que predican tolerancia atada a innumerables cláusulas anulativas, la población unifica el concepto de religión y justicia. Ese patrimonio a los valores “cristianos” edifica familias modelo que al reproducirse extienden su influencia y pregunto una vez más: ¿qué les prohíbe ratificar una dictadura familiar bajo nuestras propias narices? Las dictaduras revocan derechos de expresión precisamente por sus amenazantes recursos ideologicos. Al mismo tiempo familias tienden a reprimir cualquier vestigio de anormalidad en sus hijos para prevenir un colapso ideológico de su sistema social.

Debido a esto la comunidad LGBT+ padece intolerancia tan alta en Latinoamérica. No estoy subestimando la iniciativas que los Gobiernos de Argentina, Uruguay y Brasil han logrado frente a una ola reciente de presión externa; sin embargo ciertamente estoy criticando gobiernos como los de Panamá, Paraguay y Trinidad y Tobago, que permiten la discriminación abierta de individuos LGBT+ y en ciertos casos llegan a rechazar el ingreso de quienes manifiesten en cualquier manera ser LGBT+. La ineptitud que ha llevado a estas decisiones, no tiene que ver en absoluto con los políticos sino con la definición tan ambigua que existe de la justicia. Y esto es un producto de la relación tan simbiótica que existe en nuestras conciencias entre el éxito y la espiritualidad. Llevar a cabo cualquier tipo de reforma liberal en Latinoamérica no solo rajaría el sistema cognitivo-psíquico de la mayoría de personas, sino que efectivamente dejaría un vacío de poder moral que es imposible saber a qué llevaría.

Por esto es esencial hablar del movimiento LGBT+ sin ambigüedad, ya que estos individuos son abatidos constantemente por la realidad de una teocracia invisible e inmune a todo argumento lógico. Suponer que tenemos papeles dinámicos en torno a este asunto es igual de retroactivo que amparar decretos contra los derechos de la LGBT+.

¿Por qué? Porque formamos parte de una red intersocial que comparte un pasado común. Y la única forma en que podemos transformar la actual situación que nos deprava de códigos morales  precisos es empezar como comenzaron los curas hace años. Persona por persona. Porque si hay una cosa que ha aprendido una comunidad como la latina, es que los valores se hacen en el hogar. Y si personas como ustedes o yo comenzamos no a predicar valores que a veces ni entendemos, pero valores que nos sirven en cualquier contexto, podemos hacer una diferencia.

Y si solo una iglesia bautiza a un individuo LGBT+ habremos cruzado la meta.